El Centro Cultural Kirchner, Lombardi y una filosofía de la propina

“El Centro Cultural Kirchner fue obra de un concepto de democracia entendida como forma inacabada, requerida de realización expansiva, de profundización, requerida por el cumplimiento de su promesa libertaria”.

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Por Américo Cristófalo* 
 José Cura en La ballena azul –que a los ojos está suspendida en el centro del viejo Correo argentino– con la Sinfónica Nacional, da versiones de Carmen y de La Sinfonía del Nuevo Mundo. Este edificio complejo que conmemora la antigua institución postal, produce un efecto de convivencia, de amistad y superposición con las tecnologías contemporáneas del sonido, la luz, el recorrido, la exhibición. Y un legado que desborda en la percepción de múltiples planos sensibles. La arquitectura y la teatralidad general del CCK son cuidadosas con la puesta en relación del pasado y el presente. Está construido sobre una inteligencia temporal que subraya su volumen histórico. De la escritura y las tramas de circulación postal al brillo de las pantallas y los registros actuales de la museología. Al menor repaso del lenguaje característico de Cambiemos surge en cambio la evidencia de un propósito neutralizador, “la totalidad de los argentinos”, de pasmoso vaciamiento de sentido histórico, y de estandarización televisiva de la cultura. En manos de Macri, el principio distributivo y democratizador que levantó y sostuvo el CCK se extinguirá, o pasará a ser arena de un show vespertino de pastores predicando: no hablan del pasado propio, ni de la historia política y cultural argentina, desconocen la vida y la expresión popular, gobiernan el Estado desde y para salvajes corporaciones, violentan formas elementales de la República que dicen venir a representar y aun, valiéndose de subterfugios mezquinos, cuestionan su nombre, CCK, y el nombre de los trabajadores que lo concibieron y lo hicieron funcionar. Más, el proyecto y realización del CCK como lo conocimos no son compatibles con instituciones gobernadas bajo formas de excepción, despidos masivos, balas y generalización del miedo.
Volvamos a la Ballena hacia fines de julio de 2015. José Cura interrumpe fragmentos de Carmen, explica el argumento, comenta la escena, lo próximo y lo anterior, tiene un estilo pedagógico fluido con notas de humor refinado y gracia actoral. Mientras lo escucho pienso en calabreses recién llegados que trepan al gallinero o se disfrazan en la comparsa para cantar la patria bella y perdida de Verdi. Brillante también la visión, los climas sonoros, las tensiones dramáticas de América en la sinfonía de Dvorak. Antes de entrar a la sala, un joven de entre quienes guiaban, ofrecían revistas o discretamente orientaban al visitante, iba a acompañar a sus butacas a dos señoras, una de ellas flexiona una pierna, abre la cartera, saca un billete para entregarle, el joven del Kirchner responde: –No, propina, no. Somos el Estado.
Son muchos y difíciles los sentidos de la frase. La señora guarda el dinero en el bolsillo de un tapado marrón, recibe el programa y se deja acompañar al lugar de su asiento sin hablar. Puede que somos sólo refiriera una exterioridad, pero más bien parece indicar un acontecimiento común. Un Estado en el que no hay medida de compensación por servicio o costumbre puesto que se es ahí en común y los bienes y el trabajo comprometidos ya no están requeridos de recompensa. El momento difícil de la frase evoca una idea y una práctica posible de soberanía. En la propina hay naturalmente signos de un teatro del amo y el subordinado; quizá también haya un arte de donación que no exige ni pide nada a cambio. En cualquier caso esto último será un dilema de deseo entre privados. Notas de soberanía, decimos. Porque la gratificación, el gaje de la propina, en opinión del joven del Kirchner, es un hecho excluido del Estado. El Estado se presenta libre de los detalles de ese comercio. Nadie ingenuamente afirmaría que la circunstancia de una frase implique un salto sobre el complejo conflicto de la soberanía. Contiene sin embargo una voluntad de pensarlo, de ponerlo en foco. Entre esa frase y la de Lopérfido o las que ahora se escuchan acerca del Estado pensamos producciones y efectos de los lenguajes políticos argentinos. De ese núcleo entre otros quizá surgiera la visible alegría, el entusiasmo y generosidad comunitaria con que esos jóvenes recibían y acompañaban el recorrido del CCK.
El actual responsable de medios y contenidos públicos, Hernán Lombardi, la vicepresidenta, el propio Macri, su ministro Prat de hacienda y aun su ministro Avelluto de hacienda cultural, con acostumbrado beneplácito y complicidad de la prensa y el sentido común adormecido, calificaron de ñoquis y dejaron sin empleo a quienes pronunciaron esa frase emocionante. Súbitamente, ese Estado que se concibió trabajosamente en instituciones nuevas, como instrumento de reparación y reconstrucción histórica, ante enormes obstáculos y alrededor de una línea de emancipación y soberanía ciudadana, de ampliación de derechos entre iguales, pasó a ser en su restauración conservadora una forma raquítica, de posición subordinada, que cumple con la debida retribución a un Amo superior y que correlativamente viene a imponer una economía y una cultura de disciplinamiento social. Un Estado otra vez pensado en las migajas de la propina y el control policíaco. ¿Qué debemos esperar en adelante, que el CCK pierda su carácter abierto y gratuito, que malogre la calidad de sus representaciones, un lánguido vaciamiento a la manera del mercado, un equipo de escorts reunidas alrededor con remeras del perro Balcarce? El Centro Cultural Kirchner fue obra de un concepto de democracia entendida como forma inacabada, requerida de realización expansiva, de profundización, requerida por el cumplimiento de su promesa libertaria. Muy lejos, el señor Lombardi definió de modo ramplón el inacabamiento de la obra del Kirchner; para justificar los brutales despidos y amenazas a los trabajadores, habló de instalaciones eléctricas, de lamparitas y planos. Ha declarado hasta el hartazgo que el edificio se encontraba en situación irregular, sin que hubieran mediado los controles y aprobaciones necesarios y sin embargo llevó al presidente Hollande a la Cúpula del Kirchner, en estos días al presidente de los Estados Unidos y hace pocos al propio Macri, amablemente acompañado por un séquito de periodistas complacientes con quienes conversó con motivo de sus primeros 100 días de gobierno.
¿Nada se pregunta, ingeniero Lomabardi, sobre los compromisos pendientes de la democracia argentina? Se trata de una pregunta clásica del republicanismo moderno, una pregunta que no tiene lugar entre quienes, como usted y su gobierno, entienden restrictivamente el Estado y los derechos, entre quienes promueven simulaciones “pluralistas” y esperan propina a cambio de buenos servicios prestados al gran Amo contemporáneo. Mientras en oscuros tribunales de Nueva York se definió la magnitud y alcance de la propina en cuestión, mientras el gobierno generaliza métodos de intimidación y despido que no estaban en uso en el país desde las prácticas de la última dictadura, mientras se extorsiona al Parlamento Nacional para derogar las leyes de pago soberano, usted, a la espera de ecuaciones que desnaturalicen definitivamente su sentido mayor, mantiene el Kirchner cerrado. Señal indudable del inmenso retroceso y daño que en apenas tres meses se ha causado sobre la cultura y la vida popular.
* Vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA)

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)

Fuente: http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones/relampagos/18983-el-cck-lombardi-y-una-filosofia-de-la-propina

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